Si vives rodeado de mujeres bellas, elegantes, sencillas, delicadas, fuertes, amables, estrictas, renegonas, chismosas, engreídas, lloronas, "autohumillables", quejosas, observadoras (fijonas), demoronas y mandonas, este blog te permitirá conocer a una más.

El recorrido será largo, desde los cambios emocionales típicos de una fémina, hasta aquellos detalles que te harán suspirar y llorar -incluso si eres hombre y te alucinas un súper macho-. Cada relato te enseñará una nueva lección.

Puede que este blog te ayude a comprender a esa chica con la que sueñas o , todo lo contrario, confundirte aún más. De algo estoy segura, por lo menos al ser escrito por una mujer, las chicas siempre tendremos la razón.

Quiero enseñarte ese camino que me permite agradecer a Dios por su inmenso amor, por ser mujer y por sobre todo: perdonar a esta cosmopolita.

Si tienes alguna sugerencia, escribe aelperdondelcosmopolita@gmail.com

domingo, 15 de mayo de 2011

Carrera corta

Abro mis ojos, el resplandor del sol me obliga a cerrarlos. Intento nuevamente y contemplo la labor de sus manos, el trabajo de un artista nato, la maravilla de la creación.


El aire es puro. El viento revolotea mis cabellos son realmente largos. Puedo escuchar unas risitas, son las de niños que corren al ritmo del viento como anticipando una travesura. Los imagino alegres, intrépidos, saludables y completos.


Veo lágrimas de gozo en los ojos de mis padres, siento sus brazos sosteniéndome y sus manos acariciando mi rostro. Un reflejo de esperanza comienza a nacer en ellos. En los míos ya nació hace tiempo, el ser sublime me ayudó.


Mientras que otros intentaban cerrar sus ojos a la realidad, casi impedido por la fuertes luz de de los equipos, al abrirlos veían el techo blanco de un hospital, escuchaban el doloroso llanto de la enfermedad. Yo intenté hacer de mi estadía en este lugar, la mejor.


Respiraban el olor a medicina, tristeza y muerte. Veían día a día como sus cabellos se caían producto de las quimioterapias y los extrañaban. No escuchaban risitas, sino los llantos ahogados de niños que sufrían por la enfermedad. Los imaginaban desolados, temerosos, enfermos y vacíos.


Pero, sin embargo veo lágrimas de gozo en los ojos de mis padres, siento sus brazos sosteniéndome y sus manos acariciando mi rostro. Un reflejo de esperanza nació en sus corazones. En los míos ya nació hace tiempo, el ser sublime me lo dio.


Comprendí que era todo lo que necesitaba, que pronto iría a sus brazos. Que estaba en el último tramo de esa carrera llamada vida, que la enfermedad me aceleró el proceso, que hice mis mayores esfuerzos, pero Dios lo permitió así y él me quería a su lado.


Ahora mis padres lo entendían, aunque no comprenderán porque mi carrera fue tan corta de solo cinco años desde que nací.

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